dissabte, 25 d’octubre del 2014

Opacitats detectades (XXXVII): Dret d'accés a l'informació pública, Llei de transparència, confiança


La "otra" transparencia: el derecho de acceso a la información pública

  • ... Pero con frecuencia se olvida que esa dimensión “activa” de la Transparencia es solo una parte del problema y por mucho que se invierta en ella tiempo y recursos una Administración Pública podrá ser tachada de opaca cuando no haya resuelto cabalmente el otro nudo de la cuestión: articular un sistema estructurado de acceso a la información pública y proveer con celeridad y transparencia esa información solicitada por las personas y entidades que la demanden o, en su caso, dar respuestas rápidas y motivadas en los casos en que ese acceso a la información pública sea denegado.
  • ... Ello podría implicar que, una vez que la Ley entre en vigor en lo que afecta al Título I de Transparencia para la Administración del Estado (al año de su publicación en el BOE), ese derecho de acceso a la información pública no solo sea plenamente ejercitable por los ciudadanos ante la Administración General del Estado y sus entidades vinculadas o dependientes, sino también ante cualquier Administración Pública (también ante las Comunidades Autónomas y Entidades Locales), pues cabe dudar razonablemente que se pueda dejar en suspenso o sin aplicación el ejercicio de un derecho (configurado de forma general y patrimonio de todos los ciudadanos) de acceso a la información pública en determinados niveles de gobierno.
  • ... Pero los problemas no solo provendrán de la situación que se deriva de no disponer de unos servicios administrativos ni siquiera mínimamente preparados para hacer frente a una hipotética avalancha (o, al menos, a un buen número) de demandas de información pública y carecer asimismo de criterios básicos para resolver la denegación de tal derecho de acceso justificada en materia de límites (test de daños o criterios de ponderación) o por afectar a la protección de datos. Los servicios técnicos y jurídicos de estas Administraciones estarán sin duda “en pañales” cuando las primeras demandas de información se activen y deberán articular tanto un órgano o unidad que resuelva tales demandas como los procedimientos internos de tramitación de las mismas.
  • Demasiadas preguntas sin respuesta clara para una cuestión de tanta relevancia y que puede explotar en las manos de esos gobiernos autonómicos y locales en breve plazo (o, al menos, plantear algunas dudas jurídicas y no pocas tensiones fácticas importantes). Siempre cabrá escudarse en las tesis “ortodoxa” que ese derecho es de vigencia o aplicabilidad diferida en estos casos, pero más tarde o más temprano intuyo que los tribunales de justicia desmontarán esa lectura formal y escasamente adecuada a lo que es la regulación general de un derecho por parte del legislador básico.

La transparencia

  • La transparencia, Dios, la transparencia!" clamaba Juan Ramón Jiménez buscando el nombre exacto de las cosas y otras poéticas claridades. La transparencia, Jesús, María y José, esgrimen ahora los políticos para demostrar que van a ser buenos y honrados a carta cabal.
  • Lo que ocurre es que la transparencia, que en un principio puede observarse como el no va más de la pulcritud política, no es, en el fondo, más que una claudicación, más que un ejercicio de estriptis para suplir la quiebra en la confianza que teníamos puesta en la mayoría de nuestros políticos. Me explico: Si usted, señora, o usted, caballero, tiene confianza plena en su cónyuge, no tiene por qué revisarle la cartera cuando él está en la ducha para ver si tiene un par de entradas picadas, de la obra de teatro en la que usted no fue con él; o no tiene ninguna necesidad de mirarle el wassap para ver si tiene un mensaje con una cita dentro. Ahora bien, si nuestro compañero o compañera de cama resulta que duermen en otra y nos tienen cosidos a mentiras, es lógico que le exijamos transparencia absoluta. O que lo mandemos con su santa madre, claro.
  • Triste sino para un país tener que vivir en la desconfianza perpetua con la gente que, en teoría constitucional, se presta voluntariamente a servirnos. Pero no hay que desesperar. Las bondades del sistema democrático permiten que, como digo arriba, los mandemos, con todo respeto, con sus santas madres, que en lenguaje político quiere decir no votarlos.

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